En
ocasiones entramos en conflicto por no saber qué hacer ante un niño que
pregunta de todo. Una pregunta es la manera de cómo un niño estimula su
inteligencia, la curiosidad por conocer el mundo que lo rodea. Preguntar es para un niño lo mismo que aprender a vivir.
No hay que olvidar la
importancia que tiene para él nuestras respuestas, porque de ahí se
derivará el cómo perciba su mundo. Las preguntas son señal de buena
salud física y sobretodo emocional. La curiosidad es una forma de
estimular el lenguaje, pero también es el motor del pensamiento, del
recuerdo. Si creamos dudas ante las preguntas, o simplemente nos negamos
a contestar con sinceridad, formaremos un niño confundido, inseguro y
su creatividad estará limitada.
Nunca limites a los niños en
tanto su creatividad lo guíe, lo único que debemos hacer los adultos es
orientarlo cuando verdaderamente se encuentre confundido.
Estamos en la era de la
información, por lo que antes que los medios de comunicación eduquen a
tu hijo, hazlo tú con el corazón y si algo no sabes, investiga, ya que
pasamos más tiempo en las redes sociales y poco con los tuyos. Es mejor
decirle a tu hijo “no sé, no recuerdo, ven vamos hacerlo juntos”, a
pedirle que deje de molestar y se ocupe de lo suyo.
“Si decimos a los adultos: He visto una
hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas
en el techo…, ellos no pueden imaginarse dicha casa. Es necesario
decirles: He visto una casa de cien mil francos. Sólo así exclaman: ¡Qué hermosa es!”.
Fragmento de El Principito.
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